De cempasúchil se pinta la comida

Juan Antonio Reyes-Agüero

Quienes vivimos las últimas décadas del siglo XX notamos que la carne de pollo y la yema del huevo eran cada vez menos pálidas. Se supo que a los pollos y gallinas los alimentaban con cempasúchil. En un principio, según la Enciclopedia de México, se alimentaba a las aves directamente con el polvo de esa flor, con la desventaja que, si no se usaban pronto, los pigmentos se degradaban. Todo cambió cuando entre los años 70 y 80 del siglo pasado, en la Universidad Autónoma Chapingo, se descubrió el proceso para estabilizar los pigmentos del cempasúchil; es decir, que el color mantuviera su intensidad.

 

El siguiente logro fue extraerlos en forma de bálsamo. Distintas empresas han mejorado los procedimientos en los últimos años para aumentar el rendimiento de pigmentos, pues sólo se obtenían de entre 4 y16 g de carotenoides por kg de polvo de flor.

En las últimas década del siglo XX la industria mexicana fue la proveedora mundial de carotenoides de cempasúchil: cada año sembraban de 12 a 15 mil hectáreas, con ganancias superiores a los 10 millones de dólares. Además de colorear yema de huevos y carne de pollos, el pigmento también matiza aceite

comestible, pasta, pan, jugos, mostaza, mantequilla y queso. Una ventaja del cempasúchil es que impregna color, sin modificar sabor ni olor.

 

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De cómo la flor de cempasúchil, con su peculiar color y olor a muerte mexicana, nació en el seno de Mesoamérica y, siglos después, se fue a la China