La estrepitosa derrota imperialista

Batalla de San Jacinto

1 de febrero de 1867

Gerardo Díaz Flores

El regreso de las tropas francesas a su patria pasó de un secreto a voces a una realidad confirmada por el general Aquiles Bazaine al emperador Maximiliano en 1866. De forma escalonada, el ejército invasor se replegaría hasta Veracruz para abandonar definitivamente las pretensiones sobre México.

Indeciso y nervioso, Maximiliano apostó su futuro a los pocos leales a su causa. Fue así como el Ejército Imperial Mexicano retomó para su liderazgo a algunos de los generales conservadores de la Guerra de Reforma: Miguel Miramón, Leonardo Márquez y Tomás Mejía, apoyados por centenares de expedicionarios franceses que optaron por no regresar a Europa y soldados austriacos fieles a Maximiliano.

Miguel Miramón se propuso terminar pronto la guerra y partir hacia el norte antes de que los diferentes ejércitos republicanos se uniesen en uno solo. Para finales de enero de 1867 se apoderó de Aguascalientes, donde se enteró de que el presidente Benito Juárez había llegado a Zacatecas. Presto para sorprender a su enemigo, Miramón apresuró su marcha hacia esa ciudad y por poco captura al mandatario. En una carta del 27 de enero a su esposa Concha, expresó: “Juárez se nos escapó de las manos”.

El arribo del general Mariano Escobedo y su Ejército del Norte transformó a Miramón de persecutor a perseguido. El 31 de enero abandonó Zacatecas y al día siguiente los generales dispusieron a lo mejor de sus dos ejércitos en la exhacienda de San Jacinto (hoy en el municipio Rincón de Romos, Ags.). Escobedo se enfocó en fortalecer su centro con fusiles y artillería, mientras que Miramón confió en la caballería europea para destrozarlo.

Los jinetes imperialistas nada pudieron hacer frente al fuego republicano. Al verlos fracasar, Escobedo ordenó una carga general contra el enemigo. Tal fue el impacto que la defensa imperialista se rompió. En pleno desorden, Miramón intentó reorganizar a sus hombres, pero fracasó. Miguel tuvo la destreza para escapar a todo galope abriéndose paso entre las líneas republicanas, aunque no todos sus hombres pudieron hacerlo; entre ellos, su hermano el general Joaquín Miramón, quien fue herido en dos ocasiones por disparo de fusil.