Lena Horne, la cantante que desafió al sistema racista en Estados Unidos a mediados del siglo XX

Por los derechos civiles

Yonathan Amador

A mediados de octubre de 1947 el director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), John Edgar Hoover, recibió en su escritorio una carta de uno de sus agentes especiales en Nueva York, en la que se leía “Lena Horne. Asunto de seguridad”: “Como bien sabe, la persona arriba mencionada ha estado en constante contacto con importantes miembros del Partido Comunista y en varias ocasiones ha participado en encuentros y mítines patrocinados por esos grupos”. El informe instaba a iniciar una investigación sobre las actividades que la relacionaban con los comunistas.

 

La Segunda Guerra Mundial había terminado; la Guerra Fría iniciaba. Sectores estadounidenses como el cultural y el de espectáculos vivían momentos de acoso por parte del senador Joseph McCarthy, al igual que del Comité de Actividades Antiestadounidenses, liderado por el congresista republicano J. Parnell Thomas.

 

La industria cultural y de entretenimiento –Hollywood, la radio y la televisión– se convirtió en el principal foco de atención de la moderna inquisición estadounidense. Actores, directores, productores, escritores, guionistas y periodistas eran investigados, citados a declarar, obligados a confesar, a delatar. La publicación derechista Counterattack dio a la luz, en 1947, el informe Red Channels, en el que había alrededor de 150 nombres de personajes de la industria –algunas fuentes hablan de hasta 2 000– presuntamente comunistas. Los allí nombrados fueron defenestrados, se les cerraron puertas laborales y en algunos casos tuvieron que exiliarse a países de Europa o México, como el guionista Dalton Trumbo, ganador de dos premios Oscar, o Hugo Butler, quien durante su estancia en nuestro país trabajó con los directores de cine españoles Luis Buñuel y Carlos Velo.

 

Lena Horne, actriz, cantante de jazz y blues, figuraba en la lista. Su proximidad a ciertos personajes, organizaciones y lugares, pero principalmente sus denuncias contra lo que consideraba injusto para los afroamericanos, la hicieron un personaje incómodo.

 

La lucha por su gente

 

Desde pequeña, Lena tuvo serios problemas por su origen racial. Para los negros era muy blanca o latina y con los blancos no encajaba. Se encontraba en un limbo identitario. En una entrevista para la revista Ebony, en 1947, declaró: “Entiendo cómo se sentían esos negros antiblancos. Me sentí de esa manera la primera mitad de mi vida. Odié a mi propia gente porque los vi presionar a los blancos. Odié a los blancos por intimidarlos. Pero una noche Paul Robeson vino al Café Society, en donde cantaba, y esa noche cambió completamente mi manera de pensar”. Era 1941.

 

A inicios de los cuarenta, Lena fue contratada por Barney Josephson, dueño del Café Society, para realizar una larga temporada ahí. Era un foro famoso por permitir la entrada a personas de diferentes orígenes raciales, ser frecuentado por críticos al sistema y el lugar por donde pasaron grandes jazzistas, y porque fue considerado un sitio comunista.

 

Paul Robeson, actor negro diecinueve años mayor que Lena, fue alumno de la abuela de la cantante. Estaba involucrado en la defensa por los derechos civiles y sus argumentos y larga charla aquella noche en el Café Society terminaron de darle a Horne el impulso que necesitaba para involucrarse en la lucha de su gente. A partir de ese momento y hasta su muerte –ocurrida en mayo de 2010, a los 92 años–, recaudó fondos para organizaciones, ofreció charlas, participó en programas de radio y publicó artículos en periódicos como Daily Worker, The California Eagle o People’s Voice.

 

Los reportes entregados por los agentes del FBI señalan que Lena colaboró con organizaciones como La Juventud Estadounidense para la Democracia, el Congreso de Derechos Civiles, el Consejo para la Unidad Cívica o el Comité de Ciudadanos Independientes de Hollywood de las Artes, la Ciencia y las Profesiones, organizaciones que impulsaban y defendían los derechos de los afroamericanos, aunque eran catalogadas como comunistas.

 

En su columna “From me to you” (“De mí para ti”), del People’s Voice, diario dedicado a la comunidad afroamericana, Lena escribió en noviembre de 1947, cuando ya era investigada por el FBI: “Estoy preocupada acerca de los recientes ataques que se han lanzado desde el Comité de Actividades Antiestadounidenses sobre los progresistas de la industria del cine […] esta es una crisis para las fuerzas democráticas en el teatro y dentro de la vida cultural estadounidense en general, como trabajadora cultural estoy directamente afectada, también me afecta como espectadora de películas”.

 

Lena fue ocho veces nominada a los premios Grammy. Ganó dos, incluido el Premio a la Trayectoria, y obtuvo un Tony por su exitoso musical de Broadway, de 1981: Lena Horne: The Lady and her Music. Fue la primera mujer negra en realizar una gira dentro de una orquesta de blancos, la primera en firmar un contrato de larga duración con la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), por siete años. Filmó dieciséis películas. Desafió la ley y los prejuicios sociales con un matrimonio interracial con Lennie Hayton, músico y arreglista de la MGM; y, sobre todo, nunca se calló ante las injusticias. En los sesenta estuvo muy activa en el movimiento por los derechos civiles al lado de personajes como Martin Luther King Jr.

 

Por su ideología y acciones fue investigada por el FBI hasta finales de los cincuenta, eliminada del cine y la televisión durante siete años. El jazz, el blues, los centros nocturnos y los hoteles, en donde tuvo largas temporadas, le permitieron continuar. “Ella pelea por un mundo mejor, en donde su hija Gail nunca será llamada nigger [negro, en sentido peyorativo] y en donde todas las razas puedan vivir con dignidad”, escribió la revista Ebony sobre Horne.

 

 

Esta publicación sólo es un extracto del artículo "Lena Horne" del autor Yonathan Amador, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 108.