Jesús Terán, el agente confidencial en Europa del presidente Benito Juárez

Precursor de la Doctrina Juárez

Soren de Velasco Galván

 

Durante la invasión francesa iniciada en 1862, Terán fue el agente confidencial en Europa del presidente Juárez. Desde allá se dedicó a luchar contra la imposición del imperio de Maximiliano y, tras el triunfo republicano, sus ideas respecto al trato de México con las potencias mundiales influyeron de manera determinante en la política exterior sucesiva.

 

 

La entrevista con Maximiliano

 

Tras una travesía que le llevó desde Matamoros hasta Cádiz, Terán arribó a costas españolas el 15 de febrero de 1864. El diplomático mexicano redactó una misiva a Juan Prim, conde de Reus, en la que le solicitaba fuera el conducto para lograr una entrevista con el pretendiente al trono de México: el archiduque Maximiliano de Habsburgo. Prim, a quien Terán había tratado durante los convenios de La Soledad, respondió positivamente, pues sus afectos son “hacia los hombres que con tanta abnegación, valentía y patriotismo defienden su independencia y libertad”.

 

Terán se reunió con Maximiliano el 3 de marzo, en Viena. Durante su entrevista con el aristócrata austriaco, le informó de la situación del país y comentó que la mayoría de los mexicanos eran leales al gobierno encabezado por Juárez. El diplomático mexicano percibió que el “archiduque es inquieto y ambicioso”, se comporta como el “niño más ignorante y pusilánime” y que, por lo tanto, ha decidido “enredarse como un necio”. Aunque no llegaron a ningún acuerdo, Maximiliano se impresionó por la fuerte personalidad de Terán y decidió relacionarlo con su confidente: el barón de Pont.

 

London Calling

 

Terán viaja a Londres para evitar que el gobierno británico reconozca a Maximiliano. Acompañado de sir Charles Wyke –ministro plenipotenciario de Reino Unido en México entre 1861 y 1862 y quien había negociado con Manuel María de Zamacona y Manuel Doblado la deuda nacional con acreedores ingleses–, del ministro plenipotenciario de la Unión Americana, Charles Francis Adams, y de Pedro Rincón Gallardo, Terán se entrevistó con el canciller británico, lord John Russell. Durante la conversación, le solicitó a este último que “contuviera el reconocimiento siquiera hasta que solo hubiera un Gobierno en el país, ya fuera el constitucional o el del archiduque”. El canciller respondió en un tono amable pero firme que el Reino Unido se atendría al principio de reconocer al gobierno que ocupara la capital.

 

Para “rectificar la opinión pública y disponer los ánimos a favor del Gobierno Constitucional y contra la Intervención”, Terán fundó el periódico quincenal La Revista de América, redactado en inglés y francés. Asimismo, logró un golpe mediático:  un rotativo parisino publicó una carta abierta al principal crítico de Napoleón III: Adolphe Thiers.

 

Las gestiones de Terán y sus aliados ingleses, el parlamentario e historiador Alexander William Kinglake y el tribuno liberal Somerset Beaumont, no pasan desapercibidas para la prensa norteamericana: Matías Romero envió a Sebastián Lerdo de Tejada un extracto de la interpelación que Kinglake hiciera al primer ministro, lord Palmerston. En la misiva, Romero dice: “Mr. Kinglake es tan favorable a nuestra causa […] manifiesta que el país está lejos de hallarse sometido a Maximiliano, que el Gobierno del llamado Emperador no lo es ni de hecho ni de derecho y, por lo mismo, censura que el Gobierno inglés haya prometido reconocerlo, cuando ese paso es contrario a la política tradicional de la Gran Bretaña”.

 

La tenacidad de Terán es recompensada: el representante imperial ante el gobierno británico, Francisco de Paula Arrangoiz, ve frustrado su reconocimiento temporalmente. A pesar de su relativo éxito, Terán no recibe mensajes desde México. Este hecho le preocupa y así lo hace saber al presidente Juárez: “Voy en el noveno mes de haber salido de México y aún no recibo una letra de ustedes. Esto me tiene inquieto, porque no puedo probar en Europa que existe el Gobierno Constitucional”.

 

Germen de la Doctrina Juárez

 

Una vez que el gobierno británico ha reconocido a Maximiliano, Terán viaja a Madrid, donde constata la afinidad de los españoles por el austriaco y su negativa a entablar relaciones con el gobierno de la República. Posteriormente, se asienta en Florencia (Italia), que será su base de operaciones en Europa continental. El sol de la Toscana propicia en él una andanada de creatividad: concibe la idea de establecer los fundamentos de la política exterior frente a las potencias europeas –la futura Doctrina Juárez– y redacta una epístola al ministro de Relaciones, Sebastián Lerdo de Tejada.

 

Terán escribió: “El triunfo que el Gobierno obtenga sobre las fuerzas extranjeras que han invadido México, es a mi ver la ocasión más oportuna y quizá la única que puede presentársele para modificar los antiguos tratados con los Gabinetes europeos, que tanto han perjudicado a la nación”. Luego agregó que “el Gobierno se abstenga de toda relación con las potencias europeas, limitándose a cumplir lo mejor que le sea posible los compromisos pecuniarios que están pendientes; esperar a que ellas reclamen la observancia de los antiguos tratados y manifestarles entonces que habiéndolos dado ellas mismas por terminados, México no entrará con ellas en relaciones diplomáticas sino mediante otros nuevos, prometiendo entretanto una estricta observancia de las leyes y del derecho de gentes con los extranjeros”.

 

Asimismo, germinó en su mente una ingeniosa hipótesis sobre la situación internacional de México: “Si mi suposición es verdad, seguiremos privados de todo auxilio, lo cual prolongará la guerra; pero no nos privará del triunfo, pues yo a lo menos lo espero en todas circunstancias, principalmente cuando el término de la guerra civil de los Estados Unidos debe causar grande desaliento al Archiduque”. Y concluyó lapidario: “su salida de México ya no es más que cuestión de tiempo”.

 

Recorriendo Europa

 

Posteriormente, Terán anda a Roma, donde se entrevista con el secretario de Estado de Pío IX, cardenal Giacomo Antonelli, a quien le manifiesta lo poco probable de que Maximiliano se sostenga en México. El jefe de la diplomacia papal se mostró quejoso con las leyes de Reforma. Terán explicó al prelado la imposibilidad de retroceder en algunas de ellas, pero que en otros puntos podría haber flexibilidad.

 

En la capital francesa, defendió la reputación del general Porfirio Díaz, quien había sido acusado por el general Élie-Frédéric Forey –comandante de las fuerzas expedicionarias en México entre 1862 y 1863– de ordenar el saqueo de Taxco, Guerrero. Luego se trasladó a Viena (Austria), donde visitó al barón de Pont, a quien dijo que “si un país consigue establecer el sistema de guerrillas, todo conquistador debe juzgarse perdido, y prescindir lo más pronto posible de su empresa”. Estas palabras al parecer hicieron mella en el barón, pues a pesar de su enmascaramiento, Terán percibió que “desesperan ya de la causa del Imperio, y que aprovecharían si se les presentara, una coyuntura favorable para abandonar la empresa”.

 

En un hecho sorprendente, el general Miguel Miramón –uno de los principales jefes del ejército imperial– le manifestó su resolución de servir a la administración de Juárez. Terán únicamente ofreció transmitir al Supremo Gobierno su exposición y comunicarle la respuesta de este. Asimismo, el ministro de Asuntos Extranjeros galo, Drouyn de Lhuys, le comunicó que Napoleón III deseaba salir de México, pero que solo podía hacerlo con honor. Para Terán esto era querer lo imposible: Francia había dilapidado su capital estratégico en su aventura mexicana.

 

 

Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "El diplomático Jesús Terán" del autor Soren de Velasco Galván, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 114