Los japoneses en Navojoa

Preparando la invasión
Manuel Hernández Salomón

¿Qué hacía una sencilla escuela nipona en Sonora durante la Segunda Guerra mundial?

 

Poco antes del estallido de la Segunda Guerra mundial, en julio de 1937 Japón invade China y Estados Unidos declara un embargo petrolero hacia la isla, encendiendo la ira de los samuráis. Esa inestable situación debió preocupar a los japoneses residentes en México, estimados en poco más de 4 000 oficialmente, y en más de 6 000 según otras fuentes.

Dentro de los planes de expansión del imperio del Sol Naciente, se hallaba el interés por cruzar el Pacífico y llegar a Estados Unidos. En ese sentido, los nipones se habían movilizado desde tiempo atrás a Navojoa, ciudad enclavada entre la costa y la montaña, además de ser un punto estratégico para el transporte y la comunicación con Norteamérica. Agricultores procedentes de Mexicali llegaron al valle del Yaqui para sembrar arroz, alimento básico de ese pueblo oriental.

En la ciudad de Navojoa y comunidades cercanas, al sur de Sonora, existían poco más de 20 familias; los registros municipales de extranjeros residentes indican que poco más de 40 personas conservaban su nacionalidad japonesa y siete eran naturalizados.

En la década de 1930 los residentes japoneses grabaron una “inocente” película que muestra la geografía comunicativa de la región, muy apropiada para tomarse en cuenta en caso de un desembarco –japonés, claro está–, además de proyectar sembradíos en gran producción que podían servir como provisiones de boca. También aparecen niños bañándose en el río Mayo, el cual muestra su escaso caudal y no se presenta obstáculo alguno para cruzarlo, a pesar de que no existían puentes, otros más nadan en playas costeras de poca profundidad, lo que también significa la facilidad de un desembarque.

Diversas escenas muestran amplios bordos de canales bien nivelados cual si fueran pistas de aterrizaje, unas más delinean la línea ferroviaria Yavaros-Navojoa, desembocando a pocos metros del mar californiano (propicio para carga y descarga). Además, la película proyecta visitantes japoneses revisando la torre de telégrafos (inalámbrica) de Álamos. La flota pesquera nipona trabaja con intensidad y soltura extrayendo el camarón que descargan en un barco nodriza, el cual contaba con una radio de gran potencia que podía comunicarlos, por onda corta, hasta Japón y que igualmente trabajaba en el fondeo del mar de Cortés.

Parece imposible pensar que una pequeña ciudad como Navojoa fuera un sitio clave en el plan de los japoneses, aunque esta idea desaparece cuando se registra que contaba en ese tiempo con poco menos de 13 000 habitantes y tenía una oficina telegráfica escaladora, donde eran obligadamente retransmitidos todos los mensajes procedentes de sur a norte y a la Baja California, o viceversa. El Ferrocarril Sud-Pacífico de México la conectaba con Estados Unidos y otra línea férrea con el puerto de Yavaros, en el mar de Cortés; además, el gobierno federal tenía en proceso de construcción, principiando en el norte del estado, la carretera Nogales-Suchiate. El campo de aviación local era considerado uno de los mejores de la costa del Pacífico. El cuartel general del Ejército, instalado en Navojoa, contaba con unos cuantos pelotones de soldados. En el caso de que Japón decidiera invadir Estados Unidos, sus leales compatriotas los apoyarían en esta región.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Los japoneses en Navojoa” del autor Manuel Hernández Salomón y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 67.

 

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