La muerte e inmortalidad

Gustavo Pérez Rodríguez

Xavier sufrió vejaciones por parte de su captor y fue llevado cerca de Pénjamo, donde se le interrogó –hasta hoy se encuentra perdido su proceso–, y se le sentenció a morir de espaldas, como traidor, calificativo con el que nunca estuvo de acuerdo. Aun en el momento de su muerte se sintió incomprendido, pues él no luchaba contra España, sino contra el gobierno despótico de Fernando VII.

Fue pasado por las armas el 11 de noviembre de 1817, cuando tenía 28 años. En 1823, durante la Primer República Federal Mexicana, sus restos fueron traídos a la Catedral de México y, junto con su compañero Pedro Moreno, se le declaró Benemérito de la Patria en Grado Heroico, en reconocimiento a su lucha y muerte.

En la actualidad los restos de Xavier Mina y Pedro Moreno se encuentran resguardados en el Monumento a la Independencia, junto con los demás caudillos insurgentes. Mina logró su deseo: ser considerado en Nueva España entre sus compatriotas. Que los novohispanos contaran a sus hijos que también hubo españoles “amigos de la libertad, que sacrificaron su reposo y su vida por vuestro bien”.

Hoy sus restos son objeto de honores por un pueblo mexicano agradecido a un joven valiente y heroico guerrillero navarro que hizo suya la lucha por la libertad del México independiente.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Xavier Mina” de la autora Gustavo Pérez Rodríguez y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 6.

 

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