¿Cuáles eran los motivos de las mujeres novohispanas para ingresar a un convento?

Elena Díaz Miranda

Las mujeres que optaban por la vida conventual provenían de diversas clases sociales y regiones del país, lo cual determinaba el trato y privilegios recibidos, pues las más ricas, por ejemplo, contaban con servidumbre.

 

 

Los conventos en la Nueva España, y en el mundo hispánico en general, vinculados con la mentalidad religiosa que caracterizó el mundo de la Contrarreforma después del cisma que dentro de la Iglesia católica provocó Lutero con el protestantismo, respondieron a la necesidad de resguardar la virtud y la protección económica de numerosas mujeres que, provenientes de diversas capas de la sociedad, no podían, por diversas circunstancias, formar una familia y encontrar el respaldo moral y económico que representaba el matrimonio.

 

El enorme éxito que alcanzaron los conventos femeninos en la Nueva España es la mejor prueba de que fueron un refugio seguro para la mujer, que carecía de derechos civiles y jurídicos dentro de esta sociedad rígidamente estamentaria, y era a la vez un motivo de orgullo y satisfacción para las familias de las clases privilegiadas que no tenían los recursos suficientes para dotar a varias hijas para un matrimonio socialmente conveniente, pero sí a una de ellas para el ingreso al convento, lo cual les otorgaba un enorme prestigio y consideración social.

 

Los conventos también representaban una solución para las autoridades civiles y religiosas que veían en estas instituciones un espacio para la salvaguarda del honor y la virtud de un elevado número de mujeres que, sin recursos para llevar una vida digna en lo económico, encontraban cobijo y abrigo seguro, al igual que en colegios, beaterios y recogimientos.

 

Las principales razones para tomar el hábito  

 

  • Auténtica vocación religiosa.
  • Búsqueda de un espacio donde desarrollar, sin interferencias externas, sus inquietudes intelectuales.
  • Ante el temor de enfrentar la pobreza, conseguir una seguridad económica para el resto de su vida.
  • Por no conocer, desde su más tierna edad, otro mundo que no fuese el del claustro. • Por manipulación y conveniencia de unos padres a quienes les daba prestigio social tener a una hija en el convento, no importando que ésta tuviese o no una auténtica disposición para la vida religiosa.

 

Por ejemplo, la escritora Juana Inés de la Cruz, amiga del erudito Carlos de Sigüenza y Góngora, tomó el hábito para, entre otras cosas, dedicar su tiempo a Dios y a las artes.

 

¿Cuánto costaba convertirse en una esposa Dios? 

 

Una vez terminado el noviciado, la aspirante a monja recibía autorización para pasar con su familia los últimos días en el mundo profano. Vivía los últimos momentos de su vanidad ostentando valiosas joyas y vestidos lujosos. Por su parte, los padres hacían circular entre lo más selecto de la sociedad las invitaciones para la ceremonia que convertiría a su hija en “esposa mística de Cristo”.

 

Aquí un ejemplo de todos los gastos que implicaba el ingreso de una mujer al convento: en la ceremonia de toma de hábito de bendición (noviciado) y la de la profesión de coro y velo negro de doña Agustina Ponce de León en 1667, su hermano don Cristóbal Ramírez desembolsó entre licencias del arzobispado, comida, músicos indígenas, arcos floridos, repicar de campanas, cera, estampas, invitaciones, medallas, vestuarios, entre otros aspectos, la suma de 700 pesos en oro, cantidad muy elevada si se toma en cuenta que una casa habitación valía en promedio entre 150 y 200 pesos (Alicia Bazarte, Enrique Tovar y Martha A. Troncoso, El convento jerónimo de San Lorenzo (1598-1867), México, IPN, 2001).

 

Conventos novohispanos, espacios para las mujeres

 

Los conventos novohispanos albergaron a una gran cantidad de mujeres de todas las clases sociales y etnias; los habitaron monjas concepcionistas, clarisas (franciscanas), agustinas, dominicas, capuchinas y carmelitas, entre otras órdenes religiosas. Como ejemplo, en el convento de la Encarnación de Chiapas –entonces en la capitanía de Guatemala–, en la primera mitad del siglo XVIII había un poco más de cien religiosas profesas, más unas 850 que no lo eran; y en el de Santa Clara, en Querétaro, habitaban en 1666 alrededor de cien monjas profesas y más de quinientas seglares.

 

Había conventos para las jóvenes de distintos estamentos sociales. Desde los que albergaban a las pertenecientes a familias de abolengo hasta los que daban cabida a niñas y mujeres desvalidas.

 

  • En la Nueva España hubo 57 conventos fundados en los distintos obispados.
  • En la Ciudad de México y sus alrededores se establecieron 22. De éstos, 9 fueron fundados en el siglo XVI, 7 en el XVII y 6 en el XVIII.

 

 

Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "Las tentaciones de la carne" de la autora Elena Díaz Miranda, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 105